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¿El volumen de alumnado inmigrante que ha llegado estos últimos años a España ha cogido a la escuela “por sorpresa”?
De todo punto. Ha cogido por sorpresa a toda la sociedad porque éramos un país de emigrantes, porque estábamos en una esquina de Europa con menos flujos de transfronterizos que otros, porque nos considerábamos y nos consideramos todavía un país pobre. Pero, sobre todo, ha cogido por sorpresa al sistema educativo, que había vivido sus primeros ciento veinticinco años, si contamos desde la Ley Moyano, sin enterarse de que había minorías concentradas en ciertos territorios (catalanes, vascos, gallegos…) o dispersas en todos ellos (gitanos). Aquí no se trata ya sólo de una sorpresa, sino de que la institución ha sido cogida con el paso cambiado, como no podía ser de otro modo dada su inherente vocación uniformista y uniformizadora.
¿Los nuevos retos que se le han planteado a la escuela con esta llegada de alumnado inmigrante podrían catalogarse de “problema escolar”?
Escolar y extraescolar -no escolar, o no simplemente escolar-, a la vez. Por un lado se trata de un problema de integración mucho más amplio, que desborda con mucho a la escuela. Por otro, sin embargo, es un problema cuyo tratamiento a largo plazo pasa ante todo y sobre todo por la escuela, pues ninguna otra institución reúne a la vez la condición de ser o poder ser un microcosmos social, es decir, un escenario tan variado como la sociedad misma, y en particular el escenario de un potencial guión integrador, de una experiencia a la vez pensada y reflexiva, nacida del propósito de integrar y de convivir, no de los encuentros fortuitos.
¿El profesorado, como profesionales que ejercen su labor en la escuela, utilizando una expresión que se escucha últimamente con cierta frecuencia, es parte de ese “problema” o es parte de la solución?
Digamos que el profesorado es parte de la cuestión, pero que está por ver si es parte del problema, parte de la solución o parte del paisaje. Como ya he dicho, la escuela es una institución uniformizadora, y su personal, el profesorado, ha sido formado en consecuencia, lo sepa o no él y lo supieran o no quienes lo hicieron. Paradójicamente, el profesorado de las “nacionalidades históricas” protagoniza hoy una labor tan brutalmente uniformizadora como la que en su día protagonizó el del franquismo, sin represión política pero con tanta o más intolerancia cultural: no podía ser de otro modo, pues construir una nación es eso, borrar las diferencias internas y apuntalar las externas a un grupo más o menos arbitrariamente definido...(jarraitu hemengo web orrialdean)
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